CARLOS FABIÁN GARCÍA NIETO

 

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Pienso que hablar de uno mismo no tiene mucha gracia porque no hay quien nos corrija en el momento, y la versión de la historia tiene un solo protagonista, con el peligro de que a veces nos mentimos a nosotros mismos; pero también reconozco que me sorprende lo difícil que es intentar contarle a otros lo que yo creo y siento de mi mismo.

Empiezo recordando como la educación siempre ha estado vinculada a mi vida; estudié en un colegio Lasallista de Medellín, y créanme que todavía me sonríe de soslayo San Juan Bautista de la Salle en muchos recuerdos y pesadillas.

Aunque mi formación profesional es como Ingeniero Electricista, cuando estudiaba en la  Universidad Nacional, le hice caso a un panfleto que invitaba a formar parte del grupo de teatro; y sin entender bien lo que pasaba en mi vida, terminé graduándome primero como Técnico en Teatro (título de nombre contradictorio), en la muy querida, y hoy desaparecida por obra y gracia de la torpeza política: Escuela Popular de Arte.

Aunque estos dos títulos académicos me enorgullecen enormemente, lo que más valoró  son mis experiencias laborales:

Terminando mis estudios de ingeniería me presenté a un colegio como docente de matemáticas, pero en plena entrevista se me soltó lo teatrero, y por ahí empecé a trabajar como docente, y desde ese chiste de la vida soy profe en serio.

Mi primer trabajo soñado fue como promotor de teatro en las Escuelas de Formación Artística y Cultural de Cundinamarca, en los municipios de Une, Cáqueza y Quetame. Aquí entendí que yo no estaba para calcular voltajes ni medir corrientes.

Luego tuve uno de los llamados mas especiales en mi vida, cuando trabajé con la Cooperativa El Ágora de Envigado como asesor estético en una de las Unidades Móviles de Atención Psicosocial a población en condición de desplazamiento, en convenio con el ICBF. Esta labor me enseñó que la vida es más que solamente sobrevivir, y hay que darle a cada momento el sentido y la importancia que se merece.

Mi vinculación como docente provisional al municipio también fue particular porque  era para trabajar con menores en condición de protección del ICBF, en el Centro de Emergencias 2, donde llegue en parte por la experiencia en mis trabajos anteriores.

Y cuando sentía que la cosa estaba poniéndose un poco lenta en mi muy amada institución, apareció el Programa Todos a Aprender, que tiene propuestas muy interesantes y sobretodo que encajan perfectamente con mi ideario de lo que debe ser el trabajo docente…y por eso no lo pensé para decir: “Yo me comprometo”

Medellín, octubre de 2012