LUIS FERNANDO BOHÓRQUEZ

 

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Hay veces, muchas veces, pretendemos que las circunstancias fueran otras y que la vida empezara por donde queremos.

También, muchas veces, nos damos cuenta que en determinado momento tomamos decisiones poco acertadas o no adecuadas.

Fernando ideó y soñó muchas veces con cambiar cosas de la vida, aspectos de su vida que no le gustaban, y por dar oportunidades a la gente, o por caprichos, dejó  pasar el tiempo.

Nació por allá un 21 de febrero, todo un piscis. Y contrario al cuento, pasó de cisne a patito feo. Viviendo con sus padres y hermanos fue poco querido por su abuela (paterna) desalmada y su poco cándida hija, máxime que la casa era de ellas. Sí, estábamos de arrimados. Habían dulces y juguetes para todos los pequeños, claro menos para Fernando. Desde ese entonces supe lo que era la discriminación.

Me dediqué al estudio. Gran reto fue el dirigirme al público, segundo grado, acto a la bandera, pues me correspondió leer el programa. Estaba descalzo, con pantalones cortos y remendados, traje informal. Salí bien librado de ese susto tan bravo.

A los 11 años, dos amigos, “parceros” que llaman hoy, me invitaron a fumar. Acepté. Quedé marcado, se asumió que fui quien los llevó a ese desgraciado vicio. Ellos ahora no fuman y yo… Sigo fumando.

Comencé a destacarme en el fútbol y en la academia. Mis dos refugios.

En sexto (hoy undécimo), trabajando cónicas, y porque se requería factorización, hice todos los ejercicios de Baldor. Maniático por completo.

Inicié bachillerato técnico (Dibujo) y terminé en un académico…

En donde estudiaba no había sino hasta cuarto (noveno hoy). Me fui para el SENA y realicé estudios de electricidad. No conseguí trabajo y decidí terminar bachillerato.

Me presenté a la U. Pasé a la Nacional. Le dije a mi padre que había pasado… Su respuesta: “No tengo forma de costearle esos estudios”. Castillo se desploma…

Sin que me diera cuenta, hicieron una recolecta entre vecinos y reunieron la matrícula… Teletón por Fernando.

En la U, para subsistir, me dediqué a pasar trabajos escritos, traducir documentos, dar clases particulares. Sí, conocía el hambre…

Me gradué, por fin, como Ingeniero de Minas y Metalurgia.

Nada de trabajo… En ese reguero de hojas de vida, me llamaron de una especie de editorial. Pasé examen, entrevista, todo. ¡El trabajo era de docente!

Mi primer trabajo como ingeniero fue de docente. Bueno, ya tenía la espinita y había dado los primeros pasos en la U.

Aunque estaba allí, muy bien por cierto, no dejaba de pensar en mi carrera. Continuaba mandando hojas de vida. Me llamaron entonces de una mina, ubicada en el Chocó. No lo pensé, y aunque ganaría menos que donde estaba, sólo pensaba en mi carrera.

Septiembre 13 (trece) de 1994. Pasadas las 8 de la noche. Supervisor de mina en ronda por los puestos de trabajo. Esa ronda la empecé por el nivel superior e iría descendiendo.

Bajaba del nivel 2195. Todos los implementos de seguridad. Fernando se desprende de la escalera y se va por un túnel de descarga.  Llega al nivel 2162.

¡El hombre cayó 33 metros!

Instinto, desespero, lo que sea, pero me levanté como pude, pues esperaban que descendiera para empezar a tirar material por el túnel.

Casualidades que no esperaba se dan. El jefe salía a las 5… Estaba en la mina. Por tanto, la camioneta estaba disponible. Traslado al hospital. No habiá rayos X. Debían remitirme a Medellín. Ambulancia en buen estado… Lo de nunca en esa población chocoana.  Como el jefe estaba en la mina se comunicó con Medellín. Cuando llegué a la clínica CES, me esperaban.

Diagnóstico del médico: no hay nada que hacer.

A los once días salí de la clínica. Milagro…

Desde ese día, cambió mi vida.

Hoy, luego de varias experiencias mineras (volví a entrar a una mina), de trabajar como docente, analista, gerente empresa de logística, producción, estoy vinculado al Municipio de Medellín, como docente del 1278.

Felizmente casado (ojo: 21 de mayo de 1994), dos hermosos hijos.

Un nuevo rol en educación: Tutor.

Con todo esto, ya no pretendo cambiar la vida. Cambio yo y punto.

Queda pendiente, lo anhelo de corazón, hacer la maestría. No tengo dinero para ello, pero no desistiré por eso.