T. Erica Mileidy Castaño

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Soy  licenciada en Español y Literatura de la Universidad de Antioquia.  Estoy trabajando en colegios oficiales desde el año  2003, hasta la fecha y la forma como llegué a este Programa, se las relato a continuación:

 

"Hija, debe ir a una reunión a la Escuela del Maestro, para la presentación de un programa", fueron las palabras de mi mamá. Así empezó todo este cuento. Pedí las dos últimas horas de la jornada en mi Institución para que me dejaran asistir a la "dichosa reunión" y les dije que seguramente era para dar a conocer algo nuevo acerca de la educación. Al llegar a la Escuela del Maestro, recuerdo que éramos muy pocos, nos sentamos en una mesa en forma circular y la persona que nos explicaría el programa era la doctora Ana Lucía. Todo iba dentro de lo normal, hasta cuando ella dijo algo parecido a "así que los sacaremos del aula para que ustedes sean los tutores encargados de esta parte del programa". Inmediatamente, hubo un silencio mudo que invadió el recinto y todos nos miramos estupefactos. Uno más avispado salió de su asombro rápidamente y le pidió que por favor repitiera, que no habíamos entendido muy bien. Ella, con toda la calma del caso repitió y sólo así comprendimos que habíamos escuchado bien. Lo novedoso del asunto, era que habían tenido en cuanta a personas que están inmersas en el contexto para ser quienes trabajaran de la mano con las I.E. para el mejoramiento de la calidad educativa.  Al terminar la explicación, nos pasaron un documento para firmar si estábamos de acuerdo en participar en el programa. La decisión debíamos tomarla en el momento, pues las dudas no hacían parte de la propuesta.

 

Pensé en mis estudiantes, en todos los años que llevo junto a ellos y en la tristeza de no poder seguir viéndolos crecer y, a pesar de que algunas veces (por no decir muchas), me sacaban canas; los iba a extrañar muchísimo. Al mismo tiempo pensé en que esta era una oportunidad única, que no a todo el mundo se le presenta y en que no tenía nada que perder y por el contrario, mucho que ganar. Así, que sin dar muchas vueltas al asunto, estampé mi firma en la hoja; no sin dejar de sentir, claro está, esas cosquillas que se sienten en el estómago cuando se está enamorado o cuando hay miedo de por medio. Lo mío, sin duda (en ese momento), era lo segundo.

 

Desde ese día, hasta hoy, he procurado hacer bien mi trabajo. He establecido contacto con directivos y docentes, quienes me han brindado muchísimo apoyo (les doy infinitas gracias por eso). Mi papel se centra, básicamente, en acompañar a mis colegas en la reflexión de las prácticas de aula para que los niños tengan unos mejores aprendizajes. Amo este programa porque sé que sí es posible transformar la calidad de la educación, si nosotros como docentes mejoramos nuestras prácticas de aula. No olvido que hay otros factores que ayudan o perjudican este trabajo, pero estoy convencida que por lo menos, nuestra parte la debemos hacer bien.

 

Deseo poder propiciar ambientes de reflexión pedagógica que permitan reinventarnos como docentes, compartir experiencias y resolver dificultades; todo con una meta muy definida:  mejorar las prácticas de aula.

 

¡Juntos los podemos lograr!